Las luces de la gran ciudad.
La emoción de llegar a nuestro departamento por primera vez.
La alegría de entrar y ver esa ilusión hecha realidad.
Los momentos en los que miramos Buenos Aires desde el cielo a través de estos grandes ventanales.
La gente, y nosotros, caminando por Callao.
Massimo feliz por poder entrar una vez mas a esa que llama la librería mas linda del mundo.
Maia en el cochecito mirando todo o durmiendo.
El taxista enojado. El otro taxista que frena de repente en la senda peatonal sin dejarte atraversar la calle.
El sol, las nubes, la humedad, los colores del atardecer.
La frase "no tengo crédito en el celu" - ni intenciones de cargarlo!-.
La carne - mas carne-, más asado, más amigos
El puré de zapallo, el Cepita de manzana, las Melitas de Bagley que ya no tienen nada de las de antes, las Opera que tienen el mismo sabor de siempre.
La pregunta obligada de todos "y como estan por allá con la crisis".
El tarrito arriba del techo del auto que indica que está en venta (ya me había olvidado de eso!).
El Falcon verde militar años 70 que camina, camina y camina...!
La TV que duraba solo cinco minutos encendida porque pareciera que los argentinos pensamos solo en la farándula.
El delivery de empanadas en patines, el de milanesas, el de helado de esa marca que yo no conocía.
El encuentro con esa vieja amiga que me regaló internet cuando el modem del teléfono aún hacía ruiditos.
Los bocinazos desesperados en el peaje de la autopista para que levanten las barreras (Max nunca me creyó cuando le dije que en Argentina no existían las filas de 45 minutos en el peaje como en Italia).
Los precios (qué precios), tan caros como los europeos.
Yo, irreconocible, que no compré nada, excepto un par de libros para mí y otros para ella.
Los locales de super tendencia con miles de estilos diversos.
El frenesí porteño de un día a las 8 de la mañana.
El museo de los niños del Abasto donde Maia gastó todas sus energías de varios días y del que me quedé enamoradísima!
Los paseos por Palermo, por Recoleta, el Carrefour Express de Av. Santa Fé, el Tigre y su desorden característico..
Y finalmente la despedida, las valijas, el taxista que pregunta cuanto cuesta un taxi desde el centro de Roma hasta el aeropuerto. Ezeiza. Los precios en dólares después de pasar el control.
Y el regreso a casa dejando otra vez Argentina atrás.
Esta vez puedo decir que lo disfruté, y que hasta me costó dejarla!
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