Estaba en lugar que parecía mío pero que nunca había visto.
Estaba con un él que tampoco conocía y entre los dos hablábamos en un idioma que en el sueño no entendía.
Nos mirábamos, hablábamos y nos sonreíamos con complicidad, mucha.
Y mientras ayer estábamos en medio de esa rutina cotidiana de preparar la cena, con Maia y Lunita en los pies, me envolvió esa extraña y maravillosa sensación de Déjà vu.
Eso que alguna vez fue un sueño extraño, en un mundo desconocido y un idioma que no comprendía era ahora realidad.
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