Monday, January 08, 2007
posted by marquiroga at 2:18 PM

22-23
Al tercer día en Pipa, partimos para pasar un noche en Olinda, y a la mañana siguiente estar listos en el aeropuerto de Recife para el aéreo que nos llevaría a Salvador! En este viaje nos tocó al menos un poco vivir el problema que desde hace dos meses, Brasil tiene con sus controladores aéreos, y llegamos a destino a las 15 hs en vez de las 11.
Había leído demasiado para saber que Salvador no es solo Jorge Amado, si no también un caos, algo que comprobé apenas bajamos del bus que nos llevó hasta el Pelourinho con nuestras valijas. No podíamos caminar mas de dos metros sin que alguien se nos acercara ofreciéndonos una posada, y yo decía "Nao, Obrigada", pero una vez, dos, tres, diez en 100 metros, y el calor, mas la espera en el aeropuerto, los nervios, las calles empedradas con las rueditas de las valijas que parecían que iban a escapar en algun momento... Casi exploto!

Decidimos solos por una posada-hostal en el centro neurálgico (dormir de noche fue difícil pero lo logramos!)

Salvador (y me limito a hablar solo del Pelourinho) es original, dueña de una personalidad atrapante, tiene música hasta en las piedras de las calles, color en el alma, pero también tiene una pobreza extrema, más de la que vi en los demás lugares por los que pasamos. No es un lugar en donde alguien pueda encontrar tranquilidad.

Salvador de Bahía es una leyenda, la de Jorge Amado con Doña Flor y sus dos maridos, y para mi es mejor pensarla así que idolatrarla.

Salvador es un pedacito de Africa en América, una combinación fascinante de sagrado y pagano.


Los ritmos de las calles son contagiosos, quizás por el período prenatalicio, era todo fiesta, escapabas de un grupo que hacía percusión y a 20 metros te encontrabas con otro, uno de hombre, otro de mujeres, hasta nos encontramos con el estupendo Quilombo Urbano,
escuela de Bajitos que quizás aún no sabían leer, pero sabían sonar!
Cenamos en el SENAC, lugar que todos recomiendan, desde donde pudimos espiar un espectáculo de bailes extrañamente típicos.

A pesar de todo esto escapamos, culpa mía, que me negaba a pasar Navidad en un lugar tan riudoso, que me gustaba, pero me trasmitía poca paz, porque después de 15 días con las maletas a cuestas no quería resignar otra noche sin dormir, porque sabía desde el inicio que me bastaría sentirla poco tiempo para entenderla y poco para querer huir de ella...!

Acá, mas fotos de Salvador..

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